EDUCAR EN VALORES…
Partiendo de mi experiencia
como practicante de la fase I en Educación Mención Matemáticas en el liceo
Rómulo Gallegos del Estado Mérida, he querido reflejar en este sencillo pero
significativo trabajo cómo se ha venido perdiendo lamentablemente a través del
tiempo los valores, aquellas cualidades que describen la personalidad de cada
ser humano y que sin duda es importante rescatar; lo afirmo basándome en el
hecho de que la mayoría de los estudiantes de dicha institución lo reflejaban a
cada instante, además; cabe destacar que esta labor de educar en valores no
sólo se debe enfocar en el hogar sino que acá viene a jugar un papel importante
la escuela y las personas que allí conviven.
Es por ello que a continuación me centraré a hablar sobre en qué
consiste esta tarea desde el ámbito escolar y para ello realicé un resumen
sobre un trabajo que encontré en la web el cual me pareció importantísimo, y
que su autora es Belkis Ordoñez (Profesor Agregado del Decanato de
Administración y Contaduría de la Universidad Centroccidental Lisandro
Alvarado).
Para responder esta interrogante,
partimos de la concepción de la Educación como una dinámica de reciprocidad, lo
cual presume una correlación
intencional entre la persona del docente y la del alumno. Cabe destacar
que la información transferida no llega de manera pura al alumno, en el
trayecto e incluso desde su fuente de origen, esta información viene saturada
de una serie de intenciones que revelan una determinada manera de apreciar la
realidad; es decir, tanto los docentes como los estudiantes tenemos nuestras
propias apreciaciones o juicios sobre determinada información. En consecuencia
podemos dar respuesta a la primera interrogante: que en su dimensión
informativa, la educación no está exenta de valores.
Esta carga de valor que posee la
educación se encuentra presente también en otras dimensiones iguales o más
importantes que la ya mencionada, vinculadas a aspectos tales como las actitudes
y discursos de los maestros y a la organización escolar como fuentes
fundamentales y que se puede expresar mediante un término: el currículo oculto de la escuela. Y esto
es tan cierto que desde la perspectiva práctica, se puede observar como todos los
que ejercen la tarea docente, deben exhibir una forma de relacionarse con los
estudiantes y con los compañeros, una forma de utilizar los recursos, una forma
de considerar a los demás como personas con los mismos derechos y con igual
dignidad, una forma de aceptar los convencionalismos sociales; es decir, deben
asumir una conducta que hace que el trabajo educativo no esté exento de valores.
Por ello, es inadmisible pensar en
educar sin considerar los valores, puesto que ellos cohabitan en el espíritu mismo
de la educación. Lo que sí se debe tener
presente es que la etiqueta “Educación en Valores” está relacionada con una
determinada manera de llevar a cabo esta tarea, o para ser más exactos, hace
mención a una toma de conciencia
por parte del sujeto responsable de cómo
debe llevarse a cabo esta formación a través del proceso pedagógico, entonces
esto nos conduce a una segunda
interrogante:
¿A quién educar en valores para que este proceso se produzca de manera consciente?
Pareciera que la respuesta a esta interrogante señalara al docente como la persona que necesita ser educada en valores, pues es él quien tiene la responsabilidad de educar y si esa educación lleva consigo una carga de valor entonces es el docente quien en primer lugar, necesita ser educado en este aspecto, pues del proceso educativo-formativo que reciba, dependerá el grado de consciencia con la que procesará la educación. Y al hablar del docente como el sujeto, que en primer lugar necesita ser educado en valores, nos estamos refiriendo a que su compromiso en la formación del hombre es tal, que a través del ejemplo y de la práctica, él se erige como el modelo ideal que debe ser imitado porque defiende la autonomía del sujeto, reconociéndole su capacidad para tomar decisiones y actuar en función de criterios internos libremente escogidos, pero que a la vez destaca el papel que los demás tienen en la formación de cada individuo y de una sociedad más justa. En consecuencia, esta afirmación nos lleva a formularnos una tercera interrogante:
¿Qué significa esta toma de consciencia por
parte del docente? Y nuestra respuesta a esta
interrogante surge de la consideración de que conciencia implica una capacidad del
espíritu humano de reconocer la verdad tal reconocimiento de la verdad en este
caso, está relacionado con la educación
en valores, entonces el grado de conciencia que tenga el docente con respecto
al reconocimiento de la importancia de esta tarea, dependerá del proceso auto-reflexivo que
realice. En consecuencia la toma de conciencia del docente acerca del papel que
juegan los valores en el proceso de formación de otros seres humanos y la selección
del tipo de valores orientarán su práctica y su desarrollo como educador de
valores.
Entendiendo que este proceso de
educación del docente, no viene dado desde afuera, ni tampoco se descubre, sino
que se construye, y este proceso de construcción a su vez, se basa en el
diálogo: diálogo que se inicia con uno mismo para seguir luego con los demás.
Asimismo es importante enfatizar que además del proceso de autorreflexión como
mecanismo para el aprendizaje de una conciencia, la formación del docente debe
sustentarse en una perspectiva humanista que le permita desarrollar
gradualmente su personalidad en el ejercicio de su labor, ya que no es posible
ser modelo de actuación si no se logra expresar una motivación hacia la
profesión, una dedicación y entrega al quehacer docente, una experticia en el
área de conocimientos en la cual se trabaja y una formación psicopedagógica que
permita establecer una comunicación dialógica con los estudiantes. Además es
imprescindible que el docente pueda alcanzar un alto grado de desarrollo moral.
Pues ser modelo implica ser coherente con lo que se dice y se hace, expresar
vocación y compromiso con la educación.
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